Cultura

REVELAN UNIVERSITARIAS DATOS SOBRE EL CÓDICE ADIVINATORIO MESOAMERICANO

  • Se pensaba que era de la época colonial y que había sido elaborado en la región de Puebla-Tlaxcala, aseguró María Isabel Álvarez Icaza Longoria
  • No se detectaron materiales ni pigmentos de tradición europea, agregó
  • Estaba en la Biblioteca Nacional de Francia; fue sustraído por un mexicano quien lo regresó a México, donde permanecerá por 99 años

El Códice Tonalámatl de Aubin, que los mesoamericanos usaban como calendario religioso para nombrar a las personas y realizar rituales, no tiene ninguna influencia europea y podría haberse elaborado en la Cuenca de México, afirma la investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, María Isabel Álvarez Icaza Longoria.

Estos nuevos datos sobre el origen y temporalidad del códice son importantes, pues hasta ahora se indicaba que era de la época colonial y muy probablemente provenía de Tlaxcala.

“La mayor parte de los estudiosos han considerado este manuscrito pictográfico de la época colonial, y nosotros lo hemos cuestionado. A veces tenemos prejuicios respecto a que si no tiene una técnica tan depurada es colonial y si su técnica es muy pulcra, entonces es prehispánico.

“En realidad, en todos los tiempos hubo artistas o tlacuiloques -como se les conoce en náhuatl a los pintores de códices, conventos y demás expresiones pictóricas-, más o menos hábiles o elocuentes. Realmente no hay ningún indicio de influencia europea en este manuscrito”, señaló en entrevista la experta de la UNAM.

Estas son algunas de las conclusiones a las que llegó junto con su colega Saeko Yanagisawa, en su proyecto de investigación titulado “Tonalámatl de Aubin: nuevos estudios sobre un códice adivinatorio”, enfocados a indagar la procedencia y temporalidad del códice, y que es parte del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT IN403023) de esta casa de estudios.

Las investigadoras forman parte de un proyecto multidisciplinario e interinstitucional liderado por el investigador Guilhem Olivier, del Instituto de Investigaciones Históricas; y por el director de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Baltasar Brito, quienes invitaron a la experta de la UNAM y a su colega Yanagisawa a trabajar un aspecto sobre este códice. En esta iniciativa participan científicos, historiadores, historiadores del arte, arqueólogos, artistas especializados en el estudio de importantes manuscritos pictográficos.

“La doctora Yanagisawa y yo investigamos respecto a la escuela y la temporalidad de este manuscrito. Se ha dicho que proviene de Tlaxcala, pero he trabajado en otros documentos del Valle Puebla-Tlaxcala y no me parece que tenga un estilo semejante a los documentos de esa región”, aseveró la doctora en Historia del Arte.

La hipótesis del origen tlaxcalteca proviene de la investigadora Carmen Aguilera y otros autores quienes han estudiado el Catálogo del Museo Indiano de Lorenzo Boturini, en el cual se habla de este códice como un calendario idolátrico.

Libro de los destinos

La especialista del IIE explicó que numerosos códices mesoamericanos perdieron su nombre original y actualmente tienen el de algún coleccionista o persona que lo poseyó, tal como sucede con el Tonalámatl de Aubin, que fue vendido por dos mil francos a Joseph Alexis Aubin.

Se trata de un libro de los destinos que posee el calendario religioso ritual que en náhuatl es conocido como Tonalpohualli –compuesto de 13 numerales combinados con los 20 días del calendario mesoamericano– y era tan importante que a partir de él se daba nombre a las personas.

“Así como en la religión católica está el santoral, los antiguos nahuas, y en general los antiguos mesoamericanos, tenían su nombre por el día de su nacimiento. Podían llamarse Uno Perro, Uno Venado, Dos Caña, dependiendo de la combinación de estos dos factores: los numerales del 1 al 13 y los 20 signos del calendario”.

La experta en códices mesoamericanos relató que cuando nacía un bebé, los padres acudían con el sacerdote, quien además de darle nombre también les indicaba si su destino era bueno, malo o indiferente para ciertas actividades, vicios o virtudes morales, pero no era determinante, podía modificarse mediante la conducta de las personas.

Boturini y su colección de códices

Álvarez Icaza Longoria rememoró que a finales del siglo XVIII Lorenzo Boturini realizó una recopilación importante de códices en la Nueva España, a donde llegó para supervisar las finanzas de una descendiente de Moctezuma que radicaba en España, y quien lo había designado su apoderado legal.

“Él se maravilla de todos los documentos y obras que se realizaron tanto en México antiguo como en la época colonial, así como con el tema de la misteriosa aparición de la Virgen de Guadalupe. Al meterse en asuntos que la Corona Española y sobre todo que la Iglesia consideró inadecuados, le confiscaron esta maravillosa colección y se hizo un inventario judicial.

“Un intérprete señala que en ese inventario estaban ‘unos papelillos’ donde Boturini escribe que el ‘Mapa’ está relacionado con las fiestas religiosas que realizaban los tlaxcaltecas. Pero esos papelillos desaparecieron y con ello la evidencia de que proceda de este lugar”, detalló la investigadora.

Quien se ha especializado en comparaciones estilísticas de manuscritos pictográficos -el Códice Laud, Fejérváry-Mayer, Borgia y el Cospi- abundó: con base en estos antecedentes y comparaciones con cerámica polícroma de procedencia conocida y pintura mural, es que propone que el códice Tonalámatl de Aubin puede ser de la Cuenca de México.

“No podemos afirmar a ciencia cierta que haya sido hecho en época prehispánica, no tenemos los elementos contundentes, pero sí sabemos que no tiene ninguna influencia de la tradición europea, como es el caso de otros manuscritos.

“Es un códice en el que la línea es un poco imprecisa, dicen algunos, descuidada. Y por ello se pensó que eso refleja la pérdida de la tradición indígena. Inclusive hay investigadores que han propuesto que se hizo a la carrera en el siglo XVII, para vendérselo a Boturini, pero esa es la más aventurada de las hipótesis”, subrayó.

La investigadora destacó que este manuscrito es más cercano a los materiales elaborados por mexicas que a los de Tlaxcala y que se pudo haber hecho en algún otro lugar, taller o escuela de la Cuenca de México. “Es casi seguro que sea prehispánico, pero si no, es de la primera época de la llegada de los españoles, porque realmente conserva toda la tradición pictórica indígena, en sus materiales y estilo”.

Sustracciones y conflicto diplomático

Fue sustraído de manera poco clara por un excéntrico viajero artista llamado Frederick Waldeck, y después se vendió al francés Joseph Alexis Aubin, quien llegó a nuestro país a principios del siglo XIX y consiguió -no se sabe exactamente de qué forma, pero algunos piensan que de una no muy legítima- casi toda la colección de Boturini.

Dichos materiales habían sido confiscados por las autoridades novohispanas y posteriormente pasaron a manos de Antonio de León y Gama. “Muchos investigadores señalan que de manera subrepticia Aubin separó los códices y los escondió en su maleta para salir por la aduana de Veracruz hacia Francia”.

Hasta hoy la Biblioteca Nacional de Francia tiene aproximadamente 100 manuscritos de México, todos provienen de la colección de Aubin. Entre ellos se encontraba el Códice Tonalámatl de Aubin, pero en 1982 fue sustraído por el abogado José Luis Castañeda del Valle, con la clara intención de regresarlo a nuestra nación.

“Cuando los bibliotecarios ven el estuche vacío, se convirtió aquello en un gran escándalo. Hasta intervino la Interpol. El abogado llegó con el manuscrito a México y aquí, a pesar de que fue detenido, se le consideró casi como un héroe”, refirió la universitaria.

“Se dice que ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón y algo así pasó, porque se hizo un acuerdo entre el gobierno francés y el de México por el que este códice permanecerá 99 años en nuestro país. Actualmente se encuentra en la bóveda de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia”, agregó.

Además, manifestó Álvarez Icaza Longoria, existe una ley por la cual cualquier bien patrimonial que entra a México ya no puede salir. “Porque, desde el siglo XIX y hasta nuestros días, sigue habiendo un saqueo de nuestro patrimonio cultural. Todavía en Francia se hacen subastas de piezas arqueológicas sustraídas ilegalmente y seguimos padeciendo el mercado negro”.

FUENTE: UNAM

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