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MÉXICO TIENE QUE SER SILICON VALLEY: REGUERA

Ricardo Israel Sánchez Becerra                   

Agencia Reforma

Ciudad de México 19 febrero 2024.- «Yo no soy un político, yo soy científico», deslinda, categórico, el investigador de origen cubano Edilso Francisco Reguera Ruiz para mantener al margen la polémica en torno al litio.

 

 Prefiere, con el traje de científico bien puesto, hablar de las baterías de sodio que están concibiendo, entre otras innovaciones, como una alternativa sustentable en el Laboratorio de Conversión y Almacenamiento de Energía, del cual es director en el Centro de Investigación en Ciencia Aplicada y Tecnología Avanzada (CICATA), Unidad Legaria, del IPN.

 

 «El litio cuesta 135 mil dólares la tonelada; el sodio, sólo 800, 700. Imagínese usted. El sodio lo tenemos así, a montones, todo el que queramos; el litio, no. Litio da una autonomía de 400 kilómetros; el sodio, 250, pero en una ciudad, aquí, por ejemplo, nadie circula más de 250 kilómetros al día», expone en entrevista Reguera, quien realiza prototipos de estas nuevas baterías en un laboratorio adscrito a la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (Sectei) de la Ciudad de México.

 

 «Ellos nos apoyan en la parte económica, y nosotros ponemos el capital humano. Eso es excelente», destaca el investigador. «Y si la doctora (Claudia) Sheinbaum llegara al Gobierno (de México) -supongo, no lo sé, ése tampoco es mi problema-, supongo que intente replicar esto en otros estados del País».

 

 Lo político, queriéndolo o no, termina por filtrarse en la charla con el físico y doctor en Química y en Ciencias, reconocido como uno de los cuatro ganadores del Premio Nacional de Ciencias 2023 en el área de Tecnología, Innovación y Diseño, quien exhorta a que el País sea mucho más que un centro de logística y manufactura en lo que percibe como un reordenamiento económico global.

 

 «México tiene que aprovechar las oportunidades y ser un centro de desarrollo tecnológico; tiene que tratar de ser el Silicon Valley de este momento aquí en este otro mundo que no es el G7», remarca el experto en energía y materiales nacido en Santa Clara, Cuba, en 1951, pero naturalizado mexicano en 2011.

 

 «Esto significa que las universidades y los centros de investigación sean generadores de tecnología; que la ciencia no sólo se quede en los papers, sino que se convierta en empresas de base tecnológica que den empleo a más mexicanos y, ¿por qué no?, que los mexicanos ganen más. Si ganan más, puede haber más redistribución de la riqueza, y eso no es malo».

 

 ¿Cómo se conseguiría eso?

 Yo creo que es política pública. Todo esto es política pública.

 

 A Reguera le basta con contrastar el aporte que diferentes países hacen a la ciencia, con Israel a la cabeza de todos destinando el 5.56 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), seguido de Corea del Sur y Estados Unidos, con 4.93 y 3.46 porcentual, respectivamente, contra México y su inversión menor al 0.4, pese a que la anterior Ley de Ciencia y Tecnología ordenaba que fuera de al menos 1 por ciento.

 

 «Si México es una de las 20 economías mayores del mundo, debe estar entre los 20 países del mundo que más invierten en ciencia y tecnología», subraya Reguera, precisando que sólo otorgar los recursos no basta, sino que se deben crear los mecanismos apropiados para que tal inversión propicie el desarrollo.

 

 «Yo no quiero más que eso (inversión suficiente), y que se creen políticas públicas adecuadas para que ese recurso que se invierte en ciencia y tecnología se traduzca en economía, en más empleo y en empleos más remunerados», prosigue.

 

 «México puede tener muchos Elon Musk», añade: «Aquí hay gentes capaces, gente preparada; hay que instrumentar que las universidades y los estudiantes puedan generar empresas de base tecnológica, start ups».

 

 Lejos de intentar aproximarse al 1 por ciento del PIB, la actual Administración eliminó esto de la nueva ley que rige al sector, ¿qué nos dice eso?

 Ya el pasado no lo podemos cambiar, tenemos que aspirar porque el futuro sea diferente. Fue así este sexenio, fue poco o menos de lo que aspiraba, por eso los académicos a veces nos quejamos; ésa es la razón, no es porque seamos chillones, no es porque queramos tirar el dinero. Si hay un académico por ahí que sea corrupto, bueno, que lo sancionen, pero no me pongan a mí, que soy académico, en la capucha de todos. No lo somos (corruptos), no lo somos. Yo todos los años invierto de mi bolsa.

 

 Ya yo no me voy a machacar más por el pasado, y voy a pensar que quien llegue al Gobierno este año haga las cosas mejor, que se dedique a hacer políticas públicas más apropiadas para desarrollar al País, que es lo que hace falta.

 

 Reguera, quien se dice dispuesto a hacer lo que le corresponda para ver al País transitar hacia el desarrollo, asegura haber comentado todo esto de frente a la hoy candidata presidencial del oficialismo, Sheinbaum, en alguna de sus visitas al Laboratorio de Nuevos Materiales y Prototipos del Centro de Desarrollo e Innovación Tecnológica (CDIT), Vallejo-i.

 

 «Tengo la esperanza de que ella entiende; la política es difícil. Yo tengo la esperanza de que ella sea para México la Angela Merkel que convirtió a Alemania en la locomotora alemana; que convierta a México en la locomotora de Hispanoamérica, de América Latina. Si lo logra, ella podría quedar en la historia del País como algo excepcional.

 

 «Si hacemos eso, México puede ayudar a que el sur transite al desarrollo, y se van a acabar muchos muertos; todos esos muertos de los migrantes», continúa el científico. «Al sur del Río Bravo hay un reclamo tremendo de desarrollo; esa cantidad de migrantes es un grito, ¡es un grito! ¡No aguantan más esto! Hay que generar desarrollo al sur».

Hijo de la Revolución, entre ángeles y verdugosModesto en demasía, Reguera celebra un reconocimiento como el Premio Nacional de Ciencias, pero al mismo tiempo considera que dentro de un año nadie se acordará de esto; «entonces, para mí no hay un antes y un después».

 

 A nivel personal, por lo menos, quizás el galardón no pareciera tener el mismo impacto que algunos encuentros definitorios que el ahora consagrado científico tuvo con personajes a los que denomina como «ángeles y verdugos».

 

 De los verdugos, se reserva enunciarlos, «porque a veces hasta los verdugos a uno lo ayudan; uno es en la vida como una pelota de fútbol, que a veces hasta una patada te lleva a la portería», ilustra.

 

 De los ángeles, el primero de todos sería su abuelo materno, con su irrealizado deseo de estudiar que acabó por inculcarle.

 

 Tenía 10 años cuando a su casa en Santa Clara, Cuba, llegaron un par de alfabetizadoras como parte de una campaña nacional instrumentada por el Gobierno de Fidel Castro a inicios de los 60, y con ellas aprendió a leer.

 

 Era una época convulsa, y el pequeño Edilso vivía en una zona próxima a las fuerzas contrarias a la Revolución; «entonces, las escuelas las quemaban», recuerda el investigador criado en el seno de una familia campesina.

 

 «Cultivábamos arroz, camote, calabaza, maíz, frijoles, de todo. Hacíamos de todo, yo hacía de todo; yo mismo araba con bueyes. Yo soy también un hijo de la Revolución Cubana», clama, conmovido a tal grado que personal del CICATA, de donde es una referencia, corre a acercarle un pañuelo de papel para que limpie aquellas lágrimas que se le han escapado.

 

 «Yo tuve que estudiar duro, durísimo», agrega. «Y estudié porque tuve la posibilidad».

 

 Años adelante, cuando Reguera trabajaba de día en una fábrica de línea blanca y en las noches estudiaba por su cuenta, otro ángel apareció, una figura insigne de la metrología, el Dr. Ángel Álvarez Ponte, quien le sugirió que mejor estudiara Física en lugar de Filosofía o Psicología, como aquel joven autodidacta pretendía.

 

 «Eso me habilitó para pensar a nivel atómico, a nivel de átomos y moléculas, no a nivel macro o termodinámico. Y ya cuando tu piensas en allá abajo, ya la hiciste, ya nada se te resiste; siempre vas a encontrar una solución, siempre vas a encontrar una respuesta», sostiene Reguera, quien fue invitado a venir a México en 1997 por Feliciano Sánchez Sinencio para trabajar en el naciente CICATA con un proyecto para estudiar la tortilla de maíz.

 

 ¿Era más atractivo venir a hacer ciencia a México que hacerla en Cuba?

 Yo identifiqué que los recursos con que yo podía trabajar allá eran inferiores. Aquí yo no tenía nada; allá (en Cuba) yo tenía más que lo que tenía aquí, pero aquí yo tenía la posibilidad de buscar infraestructura y establecer un laboratorio.

 Casi todo el equipo que hay aquí en este Laboratorio Nacional de Conversión y Almacenamiento de Energía es equipo que yo traje con proyectos.

 

 Padre de dos hijas también dedicadas a la ciencia, Reguera habla con orgullo de su trabajo formando nuevos recursos humanos, dándoles herramientas para pensar y habilitándolos para innovar; «son mis hijos académicos», expresa.

 

 «Me gusta lo que hago, me gusta formar personas líderes; no todo el mundo puede ser líder. Y mis estudiantes son como mis hijos, les dedico tiempo y disfruto sus éxitos también.

 

 

 «Si alguien alguna vez hizo por mí, yo ahora quiero hacer por ellos», zanja este hijo de la Revolución.

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