Opinión

HARFUCH, DUERME CON EL ENEMIGO

Por Edgar Hernández*

 @LíneaCaliente

Andrés Manuel López Obrador siempre lo tuvo en mente.

Su preparación y herencia familiar castrense que lo llevó a la disciplina, a la secrecía y a la tarea, esa que solo se realiza en los sótanos del poder mismas que fueron fundamentales para convertirse en el centinela de la república.

“Sería un buen jefe de gobierno para la capital”, comentó en alguna ocasión ante López Obrador, Claudia Sheinbaum.

El jefe, sin embargo, se fue por el respeto al género y no se la dio.

¡Ya veremos…!, le diría.

El fin del sexenio llegó y el controvertido exmandatario entraría al mundo de la oscuridad, de salvar el pellejo, de proteger a los suyos y maniobrar tras bambalinas.

México, sin embargo, necesitaba oxigenación, un cambio, nuevas reglas de juego.

El desborde del crimen organizado, el desmesurado crecimiento de los Cárteles, pero fundamentalmente la presión de Estados Unidos, de Trump, obligó al ajuste de las políticas públicas y los mismos cuadros de poder ligados a la criminalidad.

Ello obligó a Claudia Sheinbaum a plantear nuevas estrategias de seguridad nacional, limitar poderes, concentrarlos en menos Carteles criminales para poder dialogar y negociar.

En la SEDENA, del 2018 hasta el 2024, al igual que en la Armada de México y en menos medida en la Guardia Nacional. López Obrador había depositado el manejo, control y organización de ese tema tan ardiente con los resultados a ojos vista, sin embargo, ante el desastre hubo que modificar la ruta, el camino presente era ahora exterminar a las nuevas organizaciones delincuenciales, cerrar caminos.

Tras la detención de los hijos del Chapo y quedar al descubierto el entramado de negocios, complicidades y alianzas con los gobiernos federal y localizados estatales, entre ellos los de Sinaloa, Jalisco, Michoacán y Querétaro, hubo necesidad de encarar la nueva realidad, una realidad que demandaba Estados Unidos, que apresuraba por la contención de la migración, el trasiego, el huachicoleo y frenar en seco a los responsables de la producción de Fentanillo ya que pendía sobre México una eventual invasión.

A ello se debe el replanteó en la política de seguridad nacional llevando al frente a Omar García Harfuch como super Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana.

Al conformarse el gabinete y darse a conocer los mandos castrenses Claudia Sheinbaum dejó muy en claro ante los secretarios de la Defensa Nacional y Marina que habría que depositar todo el apoyo logístico, técnico y tecnológico de punta en Harfush.

Y todo, era todo.

La Marina no puso objeción alguna no así SEDENA que se resistió a pesar de la urgencia de entregar la red de inteligencia construida bajo el mandato anterior.

Finalmente, luego de una persistente insistencia de Harfuch se hizo posible la entrega del entramado tecnológico de inteligencia, pero hubo un detalle, la información estaba sesgada, mutilada, incompleta.

No aparecían por ningún lado nombres, personaje y hechos criminales; tampoco las alianzas del poder fáctico con la criminalidad.

Tampoco se encontró registro de involucramiento de funcionarios, militares, gobernadores ni autoridad alguna que diera cuenta de los compromisos y pactos, de las omisiones y alianzas, menos de la aceptación de para la conformación de la nueva alianza entre el Cartel Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación.

Lo entregado no era mas que un cartón escenográfico que dio lugar a que Omar García Harfuch, el personaje más odiado por la criminalidad, regresara a Palacio Nacional a informar a la presidenta que había sido bateado con el argumento castrense de que “¡Eso es lo que tenemos y disponemos, no más!”.

Se quejó que de nada valió que demostrara la edición y mutilación de los datos, recortados los videos y censurados documentos clasificados.

Dio cuenta a Sheinbaum de la categórica respuesta del general secretario, Ricardo Trevilla Trejo cuando le dijo con característica firmeza: “¡Esto es lo que puedo darle, señor secretario!”.

Ante semejante plantón la presidenta determinó citar al General Secretario, antes Jefe del Estado Mayor Conjunto de la Defensa Nacional, a Palacio Nacional en donde frente a Harfuch, palabras más palabras menos, le dijo:

“Señor secretario, le recuerdo que soy la Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de México y que usted y yo hicimos un compromiso la ocasión en que lo invite a que asumiera tan importante responsabilidad, así que le pido sea consecuente con la instrucción superior y acate la orden de entregar todo, absolutamente todo lo que tienen las áreas de inteligencia bajo su responsabilidad”.

Hubo un silencio absoluto para luego el General Secretario levantarse de su asiento, ponerse en firme, presentar el saludo militar y espetar: “¡Como usted lo ordene mi Comandante en Jefe!”.

No pasaron 30 minutos después de haber abandonado Palacio Nacional cuando empezó a fluir tan valiosa información.

La guerra con los Carteles iniciaba.

Son historias el provenir que hace unos días me platicó el “amigo”.

Tiempo al tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo

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