EL PARÍCUTIN, CÓMO NACE Y CRECE UN VOLCÁN
· Libro del Dr. Atl que se presentó en la FIL de Minería
· Una verdadera joya de gran interés de los estudiosos de las ciencias de la tierra, los historiadores, e investigadores del oficio mexicano: Leonardo Lomelí
Mirtha Hernández
Foto: Benjamín Chaires
El surgimiento y evolución de El Parícutin fue un acontecimiento muy importante para México y la comunidad científica internacional y está descrito en el libro Cómo nace y crece un volcán. El Parícutin, del Dr. Atl, el cual se ha convertido en una verdadera joya y de gran interés para los estudiosos de las ciencias de la tierra, los historiadores, e investigadores del arte mexicano.
Así lo aseguró el rector de la UNAM, Leonardo Lomelí Vanegas, al participar en la presentación de la obra, dentro de la 45 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, y en la que recordó que su reedición fue la manera en la que esta casa de estudios conmemoró, el año pasado, los 80 años de El Colegio Nacional y la erupción de El Parícutin.
“Es una joya, por muchas razones”, expresó el Rector, quien celebró los esfuerzos de la UNAM y de El Colegio Nacional para poner esta publicación a disposición del público en general, y en especial de los jóvenes.
“Ciencia, arte, historia y letras es lo que se suma en este magnífico libro”, afirmó la presidenta en turno de El Colegio Nacional y doctora Honoris Causa de la UNAM, Julia Carabias Lillo, al moderar la presentación de la obra que narra un hecho que conmovió no sólo a los michoacanos, a los mexicanos, sino al mundo entero.
Recordó que Gerardo Murillo, más conocido como Dr. Atl, fue un amante de la naturaleza, un caminante que se lanzó a Michoacán a observar el nacimiento del volcán, y en su diario plasmó una serie de acontecimientos, percepciones y sentimientos; además de pinturas, dibujos, bocetos y fotografías.
En su oportunidad, Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador emérito del Instituto de Geofísica de la UNAM y miembro de El Colegio Nacional, compartió que El Parícutin fue un volcán estudiado con mucho detalle, a pesar de que nació en una época difícil, marcada por la guerra.
Relató que el Dr. Atl y el ingeniero Ezequiel Ordóñez se enfocaron en entender el surgimiento de éste, lo que les permitió comprender procesos internos y fenómenos precursores asociados a una erupción y su relación con la prevención de riesgos. Esto, sostuvo, es de suma importancia en un país como México, rico en volcanes y con amplia diversidad geológica.
Médico partero y biógrafo
Por su parte, Anel Pérez Martínez, titular del Centro de Enseñanza para Extranjeros, destacó que la obra es una amalgama de ciencia y arte que integra también a la comunidad donde nació El Parícutin.
Rememoró que el domingo 20 de febrero de 1943, alrededor de las 5 de la tarde, Dionisio Pulido, un campesino que estaba cuidando a sus borregas -después de arar sus surcos-, vio, literalmente, cómo la tierra se abrió. Días después surgió de ese espacio un cono de unos 10, 20, 30 metros, y al cabo de nueve años alcanzó 2,800 metros sobre el nivel del mar. Se trataba del volcán más joven de México y de todo el continente americano y “el único que tiene acta de nacimiento”.
Asimismo, mencionó que fue Ezequiel Ordoñez quien invitó a Gerardo Murillo a observar este extraordinario acontecimiento, y este último se “autoproclamó médico partero y biógrafo de El Parícutin”.
José Luis Macías Vázquez, director del Instituto de Geofísica de la UNAM, expuso que el Dr. Atl era un apasionado de las montañas y los volcanes. Ya antes había realizado descripciones del Popocatépetl, y para ver El Parícutin se instaló en la cabaña Pantzingo, donde pasaba semanas e incluso meses completos.
Para 1950 contaba con una gran cantidad de información, así como pinturas, óleos, fotografías que ofreció al entonces presidente, Miguel Alemán, para la primera publicación del libro que constó de 1,200 ejemplares.
La obra está dividida en dos partes: “Hechos”, en la que anotó lo que ocurría día a día y describió que se registraban de 70 a 100 sismos diarios en la región, a los que llamó “enjambres sísmicos”.
La segunda la denominó “Deducciones”, donde hizo interpretaciones, por ejemplo, a qué profundidad se encontraba el magma del volcán, las cuales han servido para muchas publicaciones, concluyó.
FUENTE: UNAM