NOCHE DE JAZZ Y SON JAROCHO EN BELLAS ARTES
- Arturo O’Farrill, la Afro Latin Jazz Orchestra y el colectivo Conga Patria Son Jarocho mostraron su versatilidad musical
Con el público de pie, bailando entre las butacas y con los brazos moviéndose al ritmo de la fusión del jazz de Nueva York y el son de Veracruz, y al grito de “¡Viva México!”, así culminó la velada musical que ofrecieron Arturo O’Farrill y su Afro Latin Jazz Orchestra (ALJO), y el colectivo Conga Patria Son Jarocho, el jueves por la noche, en el recinto cultural más importante de México, el Palacio de Bellas Artes.
La sesión, que contó con el apoyo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) y el Festival Internacional Cervantino en su programa Circuito Cervantino, fue el marco para rendir homenaje a Chico O’Farrill, el sonero cubano y padre de Arturo O’Farrill, y para deleitar al público con composiciones que llevaron a ambas agrupaciones a obtener el Premio Grammy Latino 2023 al Mejor Álbum de Jazz Latino.
De entrada, el director, compositor y académico nacido en México y radicado en Estados Unidos, Arturo O’Farrill, al frente de una orquesta formada por 17 maestros solistas especializados en instrumentos de aliento-metal, y siete músicos tradicionales del colectivo Conga Patria, agradeció a México estar de vuelta, luego de 22 años de ausencia en el Palacio de Bellas Artes, al que calificó como “recinto sagrado” de los mexicanos: “es un regalo estar aquí”, dijo, y pidió un aplauso para este monumento arquitectónico.
Acto seguido, con su orquesta ya en el escenario, invitó a pasar al maestro Patricio Hidalgo y al colectivo Conga Patria, todos con jarana veracruzana en mano, para iniciar el concierto con un arreglo del baterista Adam O’Farrill a la tradicional canción yucateca El maquech, lo que fue el preámbulo para una noche de jazz y son que se aderezó con composiciones del propio Arturo y de su padre Chico O’Farrill.
Para dar una muestra en vivo de la afortunada fusión del jazz con el son jarocho, momento largamente anunciado en días pasados, en el escenario se escucharon arreglos a piezas de compositores mexicanos como La bamba y El cascabel, así como un arreglo al estilo big band de La cucaracha, además de la composición emblema de la colaboración entre ambas agrupaciones: Conga Patria, de Patricio Hidalgo, con arreglos de Todd Bashore.
En algunas de las interpretaciones de estas fusiones el público pudo apreciar muestras de zapateado de son jarocho a cargo de Wendy Cao y escuchar versos y rimas propias de la tradición sonera veracruzana en voz de Fernando Guadarrama, como un regalo para el público, con temas referentes a la identidad y orgullo mexicanos, destacando la solidaridad con las razas y pueblos del mundo.
Pero también, en el transcurso del concierto, se dio espacio a las interpretaciones del repertorio de la Afro Latin Jazz Orchestra que le han ganado fama y prestigio en el contexto internacional. Fue el caso de la legendaria composición de Chico O’Farrill, Afro Cuban Jazz Suite, y del propio Arturo O’Farrill: Afro Latin Jazz Suite y Corner of Malecón and Bourbon, obras de largo aliento.
En cada uno de los temas el público tuvo la oportunidad de disfrutar del virtuosismo de cada uno de los integrantes de la banda: cuatro trombones, cuatro trompetas, cuatro distintos saxofones, un bajo y un ensamble de percusiones con batería, bongó y conga, además del piano del propio Arturo O’Farrill, quien además interpretó en un solo de piano la melodía Pura emoción, dedicada a sus amigos de la infancia en México.
Jorge Castillo, integrante del colectivo Patria Son Jarocho y organizador del programa Fandango at the Wall, aprovechó la oportunidad para agradecer la visión a futuro de Arturo O’Farrill para fusionar el jazz de Nueva York y el son jarocho en sendas grabaciones que han hecho historia y ganado premios.
El concierto cerró al grito de “¡Viva México!” de O’Farrill, y la interpretación de un popurrí de canciones al ritmo de jazz y son latino en voz del percusionista Kaisel Maldonado –entre las que se incluyó La negra Tomasa–, lo que llevó al público a ponerse de pie y bailar y palmear, con el ánimo de extender la noche.